Y aunque la semana no ha empezado con muchos ánimos, esta tarde la cosa ha cambiado. Nunca pensé que sin comerlo ni beberlo me iba a ver practicando un deporte de riesgo. No hay nada mejor para dejar la mente en blanco y soltar adrenalina que la escalada.
Todo ha empezado en el rodaje de un reportaje sobre este deporte. Ha sido allí donde se me ha presentado la oportunidad que sin duda ha sido muy positiva. Juan, el cámara que nos acompañaba a mi equipo y a mí, es un apasionado del riesgo y controla bastante bien esta particular afición. Al terminar la grabación del material para el reportaje de esta semana, nos ha dado la oportunidad de vivir en nuestras propias carnes lo que se siente en un rocódromo como el de la foto. Preparado con el arnés y los zapatos especiales he empezado mi ascenso hasta conseguir una altura de 10 metros. Sin duda una experiencia recomendable. Desde las alturas, el estrés y las preocupaciones se ven desde otro punto de vista.